Si vas a Mao y no comes chivo ¿a qué fuiste? Anota la pista, detrás de un caserón viejo, en una cocina limpísima se guarece el demandado sazón del chivo criollo y raciones de mondongo.
En una sencilla enramada de madera, donde se acomodan militares de varias
rayas, se sirven las recetas de doña Celeste Rosario Rodríguez, en cuyo comedor
no falta el potecito de agrio y los caldos “levantamuertos” de “pata de vaca”
que hacen sudar a generales. En la brega de la cocina Celeste lleva cuarenta
años. En su cocina no hay espacio para reguero ni sucio.
Pacientemente quita la
grasa al mondongo que a su juicio viene a comerse “gente apeada de un avión de
Nueva York”. Maeña de nacimiento, doña Celeste alaba la hermandad que no ha dejado morir
la gente de su tierra. ¡Ah! si anda en “bola” y lo dejan, no se lamente, pues
los autobuses identificados con el letrero “Bello atardecer” le regresan
velozmente.
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